
Durante muchos años, escribir fue un medio para ir trazando una identidad personal con la que iba exponiendo artículo con artículo un cúmulo de ideas que puse en práctica para intentar encontrar un equilibrio en mi vida.
En ese camino, descubrí algunos elementos que, desafortunadamente llevándolos de una forma muy rigurosa, no se adaptaban a mi nueva faceta de papá, pues tal como le ocurrió recientemente a la famosa Marie Kondo, había que aceptar que no siempre se puede seguir todo al pie de la letra.
Fue entonces que comencé a organizarme de una manera diferente. Vinieron muchos cambios personales que me han llevado a ser hoy una de las mejores versiones de mí en muchos aspectos, sin embargo, la verdadera reinvención se dio hace unos cuantos meses que tuve la oportunidad de leer un excelente libro denominado: “Cuatro mil semanas. Gestión del tiempo para mortales” de Oliver Burkeman.
Y sí, adivinaron, el libro trata más o menos de que: “Si todo sale bien, nuestra vida puede alcanzar un promedio de cuatro mil semanas” En números fríos 77 años y si empezamos a analizar la nueva expectativa científica, entonces tal vez alguien de mi generación (1980) llegue a unas 4,680 semanas, es decir unos 90 años.
Pero lo más interesante de todo esto fue analizar y exponerme a la obvia posibilidad de mi propia finitud, que creo cayendo en cuenta a los 42 años, no está nada mal.
Este libro también me ayudó a darme cuenta de algo muy importante, está un poco difícil que mi existencia pueda cambiar la historia de la humanidad, y si lo hiciera, de todas formas, esto no cambiaría el hecho de que algún día dejaría de ser tema de conversación diaria en las mesas de las personas, en síntesis, nada de lo que llegue a hacer va a ser tan relevante como para que el mundo me mencione todos los días.
Créanme que, al quitar esa enorme loza de mi espalda, todo empezó a fluir de nuevo. Y entonces preguntarán: “¿Pues acaso creías que cambiarías el mundo?” La respuesta es no lo sé, pero creí que debía asumir un papel tan protagónico que eso me detenía para todo y hoy solo quiero que la información fluya y VIVIR.
Vivir sin expectativas tan grandes, pero si influir, influir compartiendo aquello que me ha ayudado para alcanzar el nivel de satisfacción que hoy tengo. Haciendo aquello que me corresponde en el tiempo que tengo para hacerlo y lo que no se pueda hacer en ese tiempo ya tendrá su momento nuevamente para que ocurra y sí, aceptando el hecho de que tal vez quedaré mal con algunas personas, pero que estoy bien conmigo mismo y eso es importante para poder estar bien en los ámbitos que me importan.
Es difícil, a veces hay una pelea constante conmigo mismo y lo que siento que “debo” hacer, para luego recordar que he hecho lo mejor que he podido durante el tiempo asignado para ello.
Esta es mi nueva forma de ver la vida y de aquí en adelante seguiré haciendo que las cosas sucedan para mejor.
Poco a poco iré desmenuzando muchos secretos e ideas sobre estos cambios, pero por hoy les dejo la curiosidad respecto a nuestras cuatro mil semanas de las cuales ya he vivido más de la mitad. ¿Ustedes cómo se sienten con respecto a sus semanas?
Muchas gracias.
Omar Carreño – @OmarBloguero
Si deseas recibir los siguientes artículos suscríbete en el botón de abajo por favor.